miércoles, 17 de febrero de 2010

Músculos de 'sprinter'

Una de las características fisiológicas que distinguen a los ciclistas profesionales es lo económicos que son sus músculos. Es decir, que son capaces de generar mucha potencia consumiendo relativamente poco oxígeno: cada litro que consumen por minuto les sirve para generar una potencia de unos 85 vatios. Así, en una contrarreloj disputada a tope o en la subida a un puerto, son capaces de mantener una altísima potencia media, unos 400 vatios, consumiendo menos de 5 litros de oxígeno por minuto. Esta gran economía no es sólo un regalo de la genética. Sobre todo se obtiene tras largos años acumulando kilómetros y más kilómetros en entrenamientos y carreras (hasta llegar a 40.000 por temporada). Las células (o fibras) que pueblan los músculos se adaptan a tanto kilometraje del modo más inteligente posible: se convierten casi todas ellas en las llamadas fibras tipo I o fibras lentas. Es decir, muy económicas y resistentes a la fatiga. Tipo diesel, para entendernos.

El único problema para estas fibras viene en los bruscos cambios de ritmo que se suceden en cada etapa y, sobre todo, en esa tremenda explosión de fuerza llamada sprint. En los segundos finales del sprint final, como el que ganó Freire el lunes, los grandes especialistas son capaces de alcanzar, solos y contra el viento, altísimas cadencias de pedaleo (a veces, hasta 180 pedaladas por minuto) y velocidades de 70 ó más kilómetros por hora. Y sus músculos llegan a generar picos de potencia de hasta 1.500 vatios. En esos momentos de nada sirven las fibras tipo I, incapaces de contraerse con tanta fuerza y velocidad. En el mejor de los casos (Armstrong y alguno más) serían capaces de llegar a generar 500 vatios. Sólo las llamadas fibras tipo IIX (o rápidas) son capaces de sobrepasar 1.000 vatios. A diferencia de las fibras lentas, no necesitan consumir oxígeno para contraerse y las reacciones químicas de las que obtienen su energía son mucho más rápidas.

Así, los músculos de aquellos sprinters que, como Óscar Freire, también son resistentes y se defienden bien en casi todos los terrenos, han de compatibilizar con éxito dos tareas antagónicas e incluso excluyentes: por una parte, pasar bien la media montaña y aguantar largas horas de trabajo sin despilfarrar combustible -algo que sólo consiguen las fibras tipo I-, y por otra, conservar un buen número de fibras tipo IIX, capaces de ganarle al sprint al mismísimo Eric Zabel. Dicho de un modo simple, es como si a un atleta se le exigiese tener la economía y resistencia de un fondista keniano y la explosividad de Maurice Greene. ¿Cómo entrenar ambas cualidades, además, si la mejora de la velocidad -más fibras rápidas- va en detrimento de la economía -más fibras lentas-, y viceversa? Óscar Freire parece haberlo conseguido. Para mayor mérito, su morfotipo -con 173 cm de estatura y 63 kilos de peso, es más bien bajito y ligero- difiere bastante del de los sprinters puros -Cipollini, Steels, etc-, bastante más altos y corpulentos. Éstos juegan con cierta ventaja. Aunque exponen una mayor superficie corporal al aire que tienen enfrente, la relación entre su superficie corporal y su peso es menor. Por ello deben gastar menos energía con relación a su peso para vencer al principal enemigo al que se enfrentan los ciclistas cuando se desplazan a altas velocidades: la resistencia del aire.

No hay comentarios:

Publicar un comentario